sábado, 3 de noviembre de 2007

Un poeta en Luxor. Capítulo V.

-Hata micajo na puta madre que pareu estos moros de mierda- afirmó sin un ápice de rabia contenida el Panarro. Se limpió un hilillo de sangre que le resbalaba de la oreja izquierda y a la vez que se sonaba los mocos notaba un sabor un tanto familiar en las papilas degustativas, no sólo el sabor de su propia sangre; si no también el sabor de siglos de odio, el sabor de guerras nunca ganadas, de incomprensión, de la mierda de religiones que pueblan este planeta. Recordaba casi con lágrimas en los ojos las palabras de Thomas Friedman en el "Mundo plano"...Nunca dos países con Mcdonalds, excepto en los Balcanes, han estado en guerra.- Pero por Breoján, por qué de unha puta ves non acaban de cocacolanisar esta puta merda de paises e nos deixan en pas. Estou sejuro que si tuveran que pajar hipotecas, letras de coche e escolas privadas non andarían a joder con bombiñas de palenque e ideoloxías inspiradads por catro fanáticos que viven do conto. Estos pensamientos, aunque conociendo al Panarro suene raro, no llevaron más que unas décimas de segundo y unas interconexiones neurológicas que sólo se producen en adns del noroeste penínsular y en algunos parajes remotos como las Hurdes o la Cabrera. Todos estos pensamientos se desviaron cuando casi inconscientemente, sin ánimo de ofender e inevitablemente, sus pesados ojos se posaron, valga la redundancia, en las posaderas de la catalana. -Si as nativas deiquí tuveran un cu así non creo que esta xente fora tan violenta. Si tuveran mais sexo e resaran menos eu creo que mellor andaría a cousa. Siguiendo esta linea de pensamiento se acordo de que en el pais vasco hay cachondas y buenos culos... y todavía esos hijos de puta siguen poniendo bombas. No le encuentro más lógica que el que sean impotentes, frustrados sexuales con eyaculaciones precoces exageradamente cortas o que sean producto de incestos vanagloriados como preservación de una raza que parte rocas con la cabeza. -No te entiendo nada che. La catalana se acerco al Panarro que con ojos como samborcas ahora estaba hipnotizado con un par de tetas que por el hecho de encontrarse a los pies de una cultura milenaria a el le sugerían dos auténticas piezas de museo que debieran conservarse intactas para la posteridad. Paralelamente, o mejor dicho perpendicularmente, Juan, en cuclillas, se tocaba para ver si estaba entero, los oídos le zumbaban intensamente, sin embargo y a pesar de todo se echo la mano al bulto para saberse verdaderamente intacto. -Me importa un collón la autoría intelectual, total no la van a castigar ni penalizar. Que me lo dejen a mí -pensaba- y le va a quedar el culo como una lamprea en su mejor degustación, menstruado hasta que muera. La gente comenzaba a levantarse ayudandose unos a otros, un sentimiento de solidaridad que tan sólo se erige ante la completa desgracia, no se si antes o después del vandalismo y el pillaje. Las sirenas que en estos paises siempre llegan tarde comenzaron a sonar un poco más rápido de lo habitual. Los nativos que también querian ser auxiliados se acercaban a las ambulancias para ser rechazados en favor de los turistas que son los que dejan la lana. -Por favor, por favor, dejen paso a la gente de piel blanca y a los japoneses encamarados con tecnología de última generación -gritaban las autoridades. Los moros y negros que se aparten por favor, dejen paso, no estorben. Un pequeño grupo de gente comenzo a aglomerarse de rodillas rezando hacia la Meca. Juan al ver todos aquellos culos con chilaba no pudo evitar volverse a tocar el bultaco, quiero decir el bultazo. -Descaradamente esto no es un atentado, esto es una mariconada con todas las de la ley. Como que me llamo Juan Ayaso que me los follo a todos sin compasión. Miro a su alrededor buscando a sus compañeros de viaje y conteniendo las lágrimas lanzó su grito de guerra: -Breoján y cierra Jalisia. Ahhhhhhhhhhhhh!!!!!!!.

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