Tras el desconcierto inicial generalizado, y cuando la excitación de su órgano viril fue descendiendo a la par que su liberación de adrenalina (motivado por lo tenso de la situación y por la visión de los cuartos traseros que le ofrecían los orantes), el “bardo de Padín” se repantigó sobre un pedazo de mármol que vagaba errante por las cálidas arenas del desierto, y acariciando los bajorrelieves que aun conservaba su improvisado asiento, pensó: -¡Ostiaendiós!, este país tampouco é tan diferente do noso. –Haiche terroristas tamén, bombas de palenque, fuejos fijos e voadores... e hai area dabondo coma en Corrubedo.
Este asociacionismo de ideas hizo que su vena poética le asaltará cual resorte interno. Y en ese mismo instante, mientras las ambulancias recogían a los turistas malheridos y todavía aturdidos por la situación, sacó de uno de los muchos bolsillos que poblaban sus pantalones, una pequeña libreta de argollas. Y del bolsillo de su “nique” un bolígrafo “bic naranja ©” (porque todo lo que escribía el ilustre glosador era fino), y dejó correr su imaginación, plasmando sobre el papel cuadriculado los siguientes versos:
Hállabame yo en el templo de Karnak
cuando una infausta sonata de truenos de mi plácido sueño osó despertar.
Aunque la situación era desesperada
Mi viril miembro mucho más se excitaba.
Mi preciosa acompañante era catalana (de Barna)
y como decían los Siniestro, me bailaba en la arena la sardana.
Las estatuas, los escribas y los templos
nada tienen que envidiar a la “República do Termo”.
Keops, Kefrén y Micerinos
en la dorna naufragarían como niños en Ajiño.
Del templo de Amón no extraeré nada tan valioso
como un atardecer en Coroso.
Para qué he de volver a Egipto,
si yendo a Chicolino estoy en el mismo país
y de cigalas y albariño me pongo fino.
Tras el despliegue arrollador de rimas asonantes (a, b, a, b), el poeta se levantó, se enjugó una lágrima y se acercó a sus acompañantes, declamándoles su nueva obra e interesando su opinión al respecto.
Este asociacionismo de ideas hizo que su vena poética le asaltará cual resorte interno. Y en ese mismo instante, mientras las ambulancias recogían a los turistas malheridos y todavía aturdidos por la situación, sacó de uno de los muchos bolsillos que poblaban sus pantalones, una pequeña libreta de argollas. Y del bolsillo de su “nique” un bolígrafo “bic naranja ©” (porque todo lo que escribía el ilustre glosador era fino), y dejó correr su imaginación, plasmando sobre el papel cuadriculado los siguientes versos:
Hállabame yo en el templo de Karnak
cuando una infausta sonata de truenos de mi plácido sueño osó despertar.
Aunque la situación era desesperada
Mi viril miembro mucho más se excitaba.
Mi preciosa acompañante era catalana (de Barna)
y como decían los Siniestro, me bailaba en la arena la sardana.
Las estatuas, los escribas y los templos
nada tienen que envidiar a la “República do Termo”.
Keops, Kefrén y Micerinos
en la dorna naufragarían como niños en Ajiño.
Del templo de Amón no extraeré nada tan valioso
como un atardecer en Coroso.
Para qué he de volver a Egipto,
si yendo a Chicolino estoy en el mismo país
y de cigalas y albariño me pongo fino.
Tras el despliegue arrollador de rimas asonantes (a, b, a, b), el poeta se levantó, se enjugó una lágrima y se acercó a sus acompañantes, declamándoles su nueva obra e interesando su opinión al respecto.
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