miércoles, 19 de noviembre de 2008

Tatuaje. Capítulo III.


J. Enrique había advertido a Luís que el tatuaje podía dolerle tanto como meterle un catéter en el dorso de su mano.
Aun así, Luís estaba completamente convencido de que quería dejar una huella indeleble en su cuerpo que le recordase,
cada día de su vida, el esfuerzo que había supuesto hacerse con ese número. Sin embargo, tan pronto como
Zezy comenzó a introducir el percutor en la piel, y a grabar el rabito de la "gé" en formato gótico, Luís
exclamó: --¡Mecajoná!, non sei si ajuantarei o dolor--.

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